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EUFORIA DE UN SÁBADO EN LA NOCHE
CRÓNICA
Era un sábado en la noche, dos mujeres en la entrada recibían a los jóvenes con un sonriente saludo: “Bienvenidos”, decían ellas. Al pasar la puerta parece que se entrara a una enorme bodega, con sillas en fila mirando hacia una tarima. Aún está oscuro pero alrededor se percibe la euforia de los jóvenes que van llegando, quienes con abrazos y sonrisas saludan a cada amigo que encuentran. Los asistentes deciden cambiar las luces, el licor, la música y el estruendo de las rumbas, como ahora lo llaman, por un momento espiritual y calmado. Dos horas cada ocho días son suficientes para que algunos jóvenes de Medellín encuentren algo diferente en Corporación la Comunidad, un Centro de Evangelización Católica ubicado en el barrio los Colores.
Los Jóvenes en un acto de fe asisten todos los sábados a las 6:30 de la tarde, a esa hora en las sillas de La Comunidad se ven personas entre 14 y 30 años de edad, mujeres y hombres que deciden levantar los brazos para orar, sacar un momento en el que lo espiritual se convierte en lo primordial de sus vidas una vez a la semana. Algunos con la mano en el corazón, otros con los ojos cerrados y unos cuantos sentados se concentrar para iniciar el grupo, reunión donde reconocen, valoran y acogen el significado de la palabra Dios.
Al ritmo del Góspel, género musical dedicado al evangelio, los jóvenes brincan, cantan, oran y alaban a un ser supremo. Cambian los ritmos de las discotecas por uno nuevo, con sonido en vivo interpretado por algunos integrantes de la Corporación, se hace una introducción para dos horas de oración y predicación. La música, más que una evangelización, parece un anzuelo que atrapa a quienes la escuchan, un estilo entre el rock, el pop y la balada que genera emociones para querer bailar, cantar y brincar. Propio para llamar la atención de los jóvenes.
LA FE QUE ROMPE BARRERAS
Son casi las siete de la noche, algunos de los líderes servidores, como se hacen llamar, se ubican en los extremos de todo el salón, la cafetería se prepara para cerrar con el fin de brindar un espacio completo a la predicación, y sin notarlo fácilmente las sillas se van llenando cada minuto, en el fondo aún se escuchan las voces que cantan a un ritmo más fuerte, como para finalizar la primera parte del grupo.
Corporación la Comunidad se ha convertido en el lugar de encuentro donde algunos se sienten en paz y tranquilos consigo mismos, quienes llegan a los grupos buscan una identidad, amigos y un lugar donde crecer y aprender en la presencia de Dios, como lo dice Catalina Arango Arango:
“Se funda con la intención de evangelizar católicos que deseen un proceso personal mucho más integral (…) promulgar el evangelio de Dios desde diferentes puntos de vista y que los católicos vivamos no solamente una experiencia sino también un proceso personal”.
Las personas que participan de las actividades que se desarrollan en Corporación la Comunidad, viven una experiencia psicológica, religiosa, bíblica y social, que los ayuda a tener estabilidad en sus vidas, un encuentro espiritual en la fe. Además, los jóvenes tienen la oportunidad de interactuar con personas de diferentes edades en otros horarios en la semana, grupos empresariales, familiares y de restauración personal que dan la oportunidad de mejorar la calidad de hombres y mujeres de todas las edades.
Sin embargo, los sábados son el pico alto de asistencia en la Corporación, hay algo que llama la atención de los jóvenes, algo que hace cambiar de pensamiento en cuanto a una vida superficial. La sede ubicada a sólo 3 cuadras del Estadio Atanasio Girardot, en la zona centro occidental de la ciudad de Medellín, tiene más asistencia que una discoteca de la carrera 70, y puede ocupar una cuarta parte de una tribuna del Estadio, 400 personas son el aproximado de asistencia los fines de semana en la noche.
Esto llama la atención de algunos, quienes sorprendidos deciden vivir la experiencia y conocer un espacio diferente y sano, en el sentido en el que el licor y lo vano no tiene lugar. Marlon David Cifuentes, asegura que se sorprende de lo que un lugar de movimiento religioso puede hacer por ellos, el joven de 20 años dice:
“Me quedo sorprendido porque viene una cantidad suficiente, como para venir aquí un sábado hacer cosas totalmente distintas a lo que enseña otro tipo de ambientes, me llama mucho la atención eso”.
UN PROCESO QUE TRANSFORMA
Siendo las siete y cuarenta y cinco, mientras uno de los líderes predica subido en la tarima, los jóvenes siguen sentados escuchándolo, con las luces ya prendidas, la cafetería completamente cerrada y los líderes servidores alrededor de las sillas, como esperando poder servir a quien lo necesite. Allí las personas presentes tienen un aire de liberación; a medida que pasa la predicación unos lloran, como sintiéndose identificados con el tema; otros ríen con las anécdotas graciosas del líder, como para llamar la atención de los jóvenes; y algunos solo escuchan atentamente.
Eso le da valor a la participación de los jóvenes cada sábado en Corporación la Comunidad, así cumplir con un proceso de transformación espiritual, el objetivo de llevar la palabra de Dios por medio del cambio personal y una actitud nueva respecto a las costumbres y hábitos sociales de los jóvenes de Medellín. Catalina Arango, de 23 años de edad, expresa por qué los sábados se han convertido en el día de encuentro:
“Un sábado un joven normalmente sale, rumbea, ¡se divierte! (..) Es como si uno fuera el parche, como si uno fuera la discoteca, como si uno fuera la rumba, en realidad encuentra un espacio donde ser y crecer, entonces es por eso que los sábados nos ha funcionado, y porque en cierta forma, la presencia de Dios atrae y los jóvenes están viviendo su experiencia el día que sea, a la hora que sea”. Dijo la joven, sonriente y orgullosa por la respuesta de los jóvenes en la asistencia.
Algo que llama la atención de los jóvenes, es un cambio en las tradicionales ceremonias de la Iglesia Católica, la Comunidad aun siendo sostenidos por esta iglesia, adopta ideologías y actividades propias de otras iglesias como la Cristiana, procesos afines que van más allá de lo que uno llamaría tradición, al igual que la música, la alabanza y los procesos personalizados. Por eso, Carlos Andrés Loaiza, un joven de 27 años de edad y quien lleva 6 años en la Corporación dijo:
“La forma como te enseñan a ver la vida, y como te enseñan a ver la vida a través de Dios, mostrándonos un Dios no solamente como una tradición si no como un Dios que se vivencia en muchos aspectos de la vida y que realmente está presente (…) ahora es algo que es vivencial, que es darse cuenta que hay algo más allá de lo que uno llamaría tradición”. Dijo él, refiriéndose a la diferencia que existe entre la experiencia vivida por los jóvenes en la tradicional ceremonia religiosa de la Iglesia Católica.
“ENSEÑA A VIVENCIAR Y EXPERIMENTAR A DIOS”
Nuevamente a oscuras, entra la última etapa del grupo, siendo las ocho de la noche inicia un momento de oración y reflexión. Algunos de rodillas, otros sentados y agachados, como concentrados. En algunas partes del salón se escuchan los murmullos de las oraciones de los líderes, quienes asisten a los más afligidos orando por ellos; mientras el predicador dice: “En nombre de Dios el dolor se va”, se escuchan más fuertes los llantos. Sin embargo en el aire se siente una calma, un momento que no se vive en las calles, ni en las discotecas abiertas los sábados. Una metodología que “Enseña a vivenciar y experimentar a Dios”, como lo expresó el joven Loaiza.
Muchas familias y amigos de jóvenes que asisten a Corporación La Comunidad, los apoyan y acompañan en esta experiencia, para algunos deja de ser una actividad de vergüenza o de burla, es un momento para ellos, superando las expectativas de lo que significa la fe en Dios. Como Juan Sebastián Muñoz, quien lleva cuatro años asistiendo a La Comunidad en compañía de amigos y familiares. Comparte su experiencia respecto a su participación en el grupo de jóvenes. El joven de 20 años de edad dice:
“A mi familia le gusta mucho, de hecho le encanta que yo asista, y las otras personas pues les parece raro y cosas así, pero no importa, pues…igual no hay problema con eso”.
Siendo las ocho y media de la noche, los jóvenes poco a poco van saliendo del salón, unos armando plan de ir a comer, otros simplemente se despiden de sus amigos y compañeros de grupo, en el fondo se escucha una aminada canción que despide a los jóvenes, todos nuevamente a sus rutinas después de dos horas de oración. Las dos niñas que recibían en la entrada ya no están en la puerta, pero todos en la euforia de un sábado en la noche, con abrazos, sonrisas y charlas, culminan la reunión. Así el sector de los colores es visitado cada ocho días por la presencia de Dios.
Por: Sharin Catalina Hoyos Sucerquia